Seleccionar página

Era de noche, el fuego se reflejaba en el rostro del anciano. Relataba una arcaica historia rodeado de niños que lo miraban atentamente.

—Hace mucho tiempo, cuando todavía no existía vida en nuestro planeta, había un reino formado por todos los cuerpos celestes del sistema solar…

El anciano se frotó las manos, tenía a los niños justo donde los quería.

—Todos los planetas se disputaban el trono, pues querían gobernar sobre el resto de ellos y ser vistos preferentemente desde cada planeta. Júpiter era el favorito de los demás.

— ¿Y el sol? —preguntó un pequeño lleno de inquietud.

—No seas impaciente —rio el abuelo—. Con el paso del tiempo, aquella discusión se tornó un poco más complicada, pues aparecieron la luna y el sol. Eran dos viejos amigos, pero ambos querían reinar en el sistema solar.

El anciano señaló hacia el cielo. Las miradas de todos los chicos siguieron a su brazo. Allí se alzaba, sobre sus cabezas, resplandeciente, la luna.

—Todos los planetas quedaron prendidos de la luna, su belleza los había cautivado, convenciéndolos de que ella debía ser la reina del sistema solar. Cómo no iba a serlo, si su figura los volvía locos a todos.

—Abuelo, de verdad que es bonita —señaló el pequeño, la miraba con ojos brillantes.

—Así es. Pero la luna se cansó de ser observada siempre por los mismos planetas y se dedicó durante años a viajar por el resto de la galaxia conociendo a otras estrellas y planetas de distintos sistemas solares y universos. —El anciano se levantó y comenzó a caminar alrededor del círculo que formaban los chicos con sus cuerpos—. Cuando volvió de su viaje se encontró con que todos los planetas habían convertido al sol en el Astro Rey. Su brillante amigo los había convencido gracias al calor que irradiaba, calentando todas sus partes, pues comenzaron a rotar para que los rayos del sol los inundaran por completo.

— ¡Pobre luna! —chilló una chica enfadada con la historia.

—No te preocupes, la luna se tomó bien que hubieran elegido al sol como Rey. Él saldría todos los días a ser visto desde cada planeta, ella estaba feliz con salir todas las noches a que los planetas contemplaran su belleza. Pero no lo haría sola, cada noche la acompañarían los miles de planetas y estrellas que había conocido en su largo viaje. Brillaban aún más intensamente que el sol para ser vistos por la preciosa luna.

Los chicos volvieron a levantar sus miradas hacia el cielo. Allí se encontraba la brillante luna, y junto a ella, como había dicho el abuelo, miles de estrellas la acompañaban tiñendo de una tímida luz a cada planeta.

Este podría ser el típico cuento que un anciano le contaba (o cuenta todavía) a los niños que le rodean para explicarles el porqué de la luna y el sol, contado por mí. Desde que somos pequeños siempre nos han repetido que el sol sale de día y la luna sale de noche. Hasta está ejemplificado en un chiste:

— ¿Quién es más grande, la luna o el sol?

—El sol, por supuesto.

—No, es la luna.

— ¿La luna?, ¿Por qué?

—Porque la dejan salir de noche.

Pero… ¿Es realmente así?

El otro día iba en el tren camino a casa y me fijé en lo alto del cielo. Allí, a pesar de ser de día, se encontraba la luna, brillando tenuemente con su color blanquecino, sobre el fondo azul de nuestro planeta. Yo me pregunté si de verdad era cierto que la luna sólo salía de noche, craso error.

No debo ser yo el único que haya pensado sobre ello, pues internet está repleto de esa misma pregunta: ¿Por qué podemos ver la luna cuando es día? (Todo el mundo tiene el mismo pensamiento: ¡Sí siempre nos habían dicho que la luna sólo salía de noche!)

Pues no, la luna sale también de día (Si quieres saber por qué ocurre esto puedes pinchar aquí).

Estoy seguro de que a lo largo de nuestra historia, a muchas personas las han etiquetado de locos por afirmar que la luna salía también de día, acompañando al sol y dejándose ver en lo alto del cielo, en un «turno» que no le correspondía.

Y os preguntaréis, ¿a dónde quiero llegar con todo esto? Ahí va mi reflexión:

A veces se dan por hecho situaciones que se piensan categóricas (como que la luna sale sólo de noche) y se tilda de loco a aquella persona que no piensa como los demás. A veces existen las medias tintas, o la razón en más de una persona. A veces no sólo lo obvio es lo cierto. A veces hay más de una solución a un mismo supuesto, sólo a veces…

A veces uno crea su propia suerte, a veces uno puede realizar sus sueños con trabajo duro, a veces existe la verdadera amistad, y el amor verdadero, a veces se puede ser feliz en base a experiencias y no a cosas, a veces se puede luchar por dejar el mundo mejor que lo encontramos… ¿Sólo a veces?

Suscríbete a la lista de correo del blog

Únete a la lista de correo del blog para conocer los últimos relatos publicados.

¡Te has suscrito con éxito!